Digo y oigo todas esas certezas absurdas cada día y quiero gritarles
y gritarme que no importan nada, que nadie los oye, que no nos escucho.
Que todos gritamos, a la vez, sin espacios de por medio porque no conocemos
la paciencia y olvidamos la magia de la espera. Temer la mirada que se cuela
y que nos parte en dos y que esos ojos, esos ojos sean los únicos capaces
de unir dolor y dolor y crear la vida donde ahora sólo existe la esperanza de morir,
y que sean tan necesarios. Por favor, que lo sean, que algo en este mundo lo sea,
que tengan valor por encima de todos los que gritan, y que por fin se callen,
que pierdan la lengua y la garganta y los pulmones y todo lo que les permite
hablar y romper este precioso silencio. Que no escuchen, pero callen.
Por favor. Silencio. Necesitamos oír solo silencio.