"Te falta tanto como yo me falto a ti"
Los Angeles, 2015.
La gente que no dice demasiado inevitablemente delega la mayor parte de nuestro interés a sus propios gestos. Así, al pensar en ellos, nos asaltan imágenes ridículas que por algún motivo recordamos: cómo mueven los ojos extrañamente al fumar, el intrigante bulto que rompe la línea recta de su espalda cuando le miras de perfil o que dirija la mirada al mismo punto exacto cuando escucha algo agradable. Ante la falta de información verbal, el cerebro empieza a generar explicaciones absurdas para estos fenómenos, y conformamos así una idea general de la persona basada en todos estos pequeños recuerdos sin sentido que hemos ido recopilando. No tiene ninguna lógica, y probablemente por esto es curiosamente tan bonito añorar así.